martes, 15 de septiembre de 2009

Bélgica

viernes, 19 de junio de 2009

Spraypaint

viernes, 12 de junio de 2009

Banksy versus the Bristol Museum

He added: ‘This is the first show I’ve ever done where taxpayers’ money is being used to hang my pictures up rather than scrape them off.’

sábado, 13 de diciembre de 2008

X de Xenofobia

Odiando/temiendo a los pájaros porque son extranjeros.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Four seasons

domingo, 16 de noviembre de 2008

Bar Fight

Mes y medio después.

Las puertas de la cantina están entreabiertas y rechinan debilmente con el viento. El ventanal de la entrada está totalmente roto y de él asoma una silla de tres patas. Moribunda. Adentro, en la oscuridad, alguien hace el mantenimiento. El individuo tose con optimismo.

La última vez que lo vimos estaba en la barra, con una bebida cristalina en la mano y platicaba con sus amigas. Tenía la ropa nueva, la cara sana y bien afeitada. Ahora luce una barba larga y está algo encorvado. Hoy levanta los vidrios rotos con la escoba y el recogedor. Con los pies hace a un lado las patas rotas de la sillas, los miembros del mobiliario destrozado. Busca entre las botellas aniquiladas para ver si queda algo de líquido. El piso es una capa de ceniza y escombros. ¿Por dónde empezar? La sangre ya está seca, eso es ganancia.

Con el mayor orden posible, pone lo que queda encima de las mesas tambaleantes. Sacude con la mano el polvo de las cortinas negras e incendiadas. No es la primera vez que pasa, piensa el hombre. Y en el fondo, espera que no sea la última. Ahora desenreda de la columna el cable de la rockola. Busca en su bolsillo una moneda de cinco pesos. "The show must go on" comienza a brotar de los altavoces manchados de cerveza. Prende todas las luces. Se sienta en el único taburete vivo.

Pasea la mirada por el lugar... No está tan mal después de todo. Poco a poco la cantina comienza a verse presentable. Incluso habitable. El caos irreparable era una falsa impresión inicial. Aparece el resto de los taburetes y los delicados posavasos de papel están en el sitio de siempre. Los vasos está limpios, la estantería ha sido equilibrada.

Pero su cajetilla está vacía. Así que busca alguna colilla en el recogedor desbordado que descansa al lado de la puerta. Hay cuatro cigarros casi completos-- una historia completa por continuar. El cenicero que sacó del lavabo inundado ya está seco. Podemos usarlo.

Abre la puerta de la cantina de par en par. Así entrará un poco de aire. O incluso, un viejo bebedor distraído. Pasan las horas. Sólo entra un cuervo con el ojo podrido... El animal se pasea por la barra -ahora reluciente- y lo mira con curiosidad. Por algo se empieza, se dice entre dientes. Algo es algo.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sobre Las incertidumbres del saber

Immanuel Wallerstein
Las incertidumbres del saber
La modernidad, en su proceso de largo duración ha tenido una epistemología distintiva: la del conocimiento y método científico, tan característica e inseparable de ella que algunos autores como Stephen Toulmin[1] la consideran el rasgo esencial de la modernidad. Puede ser discutible si es el rasgo principal de la modernidad o lo son otros (capitalismo, eurocentrismo, etc.) pero en el nivel epistemológico no hay duda: la ciencia moderna es el modelo que hay que seguir. Por eso las humanidades se enfrentaron a tantas dificultades metodológicas y a un cierto menosprecio de ellas por la sociedad al considerar que ofrecían un saber demasiado discutible y polémico, sin adelantos cuantitativos o acumulativos palpables, como el que ofrecía la ciencia moderna de Galileo, Descartes y Newton. La naturaleza y el mundo eran inmutables y la ciencia nos ofreció revelarnos las verdades que todavía permanecían ocultan para nosotros. Y así fue por más de 300 años hasta que muchos de los principios científicos fueron cuestionados por la ciencia misma, produciendo un efecto cascada en la teoría del conocimiento. En las consideraciones con las que iniciaban los hombres de ciencia sus investigaciones –sus prejuicios- estaban presentes el determinismo, las evoluciones lineares y la reversibilidad del tiempo. Sin embargo, contrario a lo que se pensó durante mucho tiempo estos elementos no son la regla sino la excepción de lo que ocurre en la naturaleza.
Los desarrollos de la matemática, la física y la química desde 1890 dieron al traste con las certidumbres en la ciencia. Poincaré, Einstein y Heisenberg crearon una nueva ciencia, una que es indeterminada e incierta. La naturaleza está alejada del equilibrio por lo que no puede haber un determinismo o una certeza total de cual será el desenlace de equis caso, sólo existen las posibilidades. Tampoco existen las evoluciones lineares como lo han especificado las matemáticas que se han desarrollado para resolver los temas relacionados a la teoría del caos. No existe la certitud en la física cuántica con lo que se da un nuevo giro en la epistemología científica ya que “la física tradicional vinculaba conocimiento completo y certidumbre, que en ciertas condiciones iniciales apropiadas garantizaban la previsibilidad del futuro y la posibilidad de retrodecir el pasado.” Adiós al demonio de Laplace que pretendía conocer todo el pasado y todo el futuro.
Esta transformación de la física arroja como resultado una nueva descripción de la naturaleza, un nuevo paradigma para las ciencias diría Kuhn. Con gran penetración Prigogine pregunta: “¿Cómo concebir la creatividad humana o cómo pensar la ética en un mundo determinista? La interrogante traduce una tensión profunda en el seno de nuestra tradición, la que a la vez pretende promover un saber objetivo y afirmar el ideal humanista de responsabilidad y libertad. Democracia y ciencia moderna son ambas herederas de la misma historia, pero esa historia llevaría a una contradicción si las ciencias hicieran triunfar una concepción determinista de la naturaleza cuando la democracia encarna el ideal de una sociedad libre. (...) Hoy creemos estar en un punto crucial de esa aventura, en el punto de partida de una nueva racionalidad que ya no identifica ciencia y certidumbre, probabilidad e ignorancia.”[2]
Los ensayos reunidos en Las incertidumbres del saber van en búsqueda de respuestas a estos cuestionamientos, por eso es que el título escogido por Wallerstein hace una alusión directa a la obra de Prigogine; tanto los ensayos del sociólogo estadounidense como los del químico belga tratan de establecer de nuevo un puente, de sostener una conversación entre filosofía y ciencia, conversación que se vio interrumpida desde el siglo XVII; son la búsqueda de una nueva epistemología, de otra forma de pensar el conocimiento científico y el humanístico, no como saberes desligados sino complementarios
Las artículos de Wallerstein presentan algunos de los problemas teoréticos en la estructuración cognoscitiva de la historia, la sociología y la antropología. Para los historiadores está la relación entre pasado y presente y la flecha del tiempo de Prigogine; en las ciencias sociales aborda la relación entre enfoques nomotéticos e ideográficos, tan característico del siglo XIX y principios del XX; sobre la antropología plantea algunos de sus retos como es la convivencia entre universalidad, particularidad y multiculturalidad. Decir que el trabajo de Wallerstein es una muestra de interdisciplinariedad puede ser un lugar común –y vacío- pero es cierto.
El conjunto de ensayos reunidos en Las incertidumbres del saber no difiere del enfoque de anteriores trabajos de Wallerstein como Impensar las ciencias sociales (1991) o el trabajo que coordinó en Abrir las ciencias sociales (1996). Nada nuevo en la bibliografía del sociólogo neoyorquino, pero un interesante y necesario insistir sobre el diálogo entre la filosofía y ciencia y la necesidad de la construcción de una epistemología diferente a la que predominó por más de tres siglos.
También de lectura obligada para los humanistas, principalmente los que están interesados en la relación del tiempo y la historia, debe ser el libro de Ilya Prigogine El fin de las certidumbres que es el que inspiró algunas tesis de Wallerstein y fortaleció otras. El libro de Prigogine pretende explicar a los no iniciados algunos de los principales implicaciones de la ciencia en general y de la física en particular, llamando la atención en las concepciones de tiempo en las teorías científicas.
[1] Stephen Toulmin, Cosmopolis. The hidden agenda of modernity. Chicago, University of Chicago Press, 1992.
[2] Ilya Prigogine, El fin de las certidumbres. Madrid, Taurus, 1997:12.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Aclarando

E: Otra vez lo que responde mis palabras no es más que una necesidad de respuesta. El ánimo de creer que alguien debe ganar una discusión no me domina y además en este tiempo no me importa demasiado la discusión personal al respecto de este tema. Intenté llevar tus “incongruencias” por el lado amable. Traté de centrarme en el tema de Gandhi porque no quería decir palabras personales. A la luz de tu nueva y fatal repuesta no tengo más que escribir lo que pensé primero y que, después de hablar con javo, había decido olvidar.

Quien me conozca sabe que nunca he creído tener alguna verdad infalible. No creo que mi forma de vivir la vida sea la correcta ni trato de que alguno siga el camino de mis elecciones. Por el contrario, asumo que mis formas y maneras son sólo el reflejo de lo que soy como ser humano y de mis cortas reflexiones cotidianas. Un sentido muy individual que se fortalece en la convivencia y en lo colectivo. Algo así como vivir la vida a mi manera y ver si eso tiene eco en otras voces. El cambio puede ser violento también de este modo pero puede llevar mucho tiempo lo cual es una limitación. Que el rumbo sea el correcto nunca está garantizado.
¿Cómo tergiversas mis palabras para determinar que alabar la agitación y el conflicto es alabar la violencia? En mi parecer la agitación promueve discusión, cambio, organización, ideas, experiencias…el conflicto obliga a los cuestionamientos, a la crítica constante, la caída de los paradigmas. En ambos estados las ideas obligadamente deben ser más sólidas y precisas y por ello las alabo. Insisto en que sólo creo en defender lo construido, en no dejarme arrebatar lo que quiero y en el respeto que debe regir la vida en sociedad. No desprecio a aquellos que piensan diferente pero tampoco los reconozco como amigos. Si creo que hay “algunos cabrones y cabronas que merecen ser destruidos”, lo digo por aquellos que roban, dictaminan y rigen las vidas de tantos otros. ¿Quién les otorgó ese derecho?
No quise juzgar tus elecciones ni tus modos de pensar porque la verdad considero que entre nosotros ese lazo o ese derecho, se rompió hace mucho tiempo. En este y en el anterior texto tengo que explicar “cualquiera que me conozca sabría…” eso me revela que en realidad los hechos no han alejado tanto que no sabes a quien lees ni miras. En realidad no me conoces y el juicio ignorante de mi, si es reconocido como un escupitajo o una provocación y no como un acercamiento.
Contesto las particularidades:

“Mi post sobre el Mayor Gopal nace de la incomodidad y el rechazo moral y ético que me provoca lo escrito por FCC”.
¿Juicios morales? ¿Éticos? ¿Quien juzga a quien? ¿Quién otorga el poder de hacerlo? ¿Tal vez lo venden en alguna esquina? Yo escribo sin pensar demasiado porque mis letras no son pretenciosas ni buscan impresionar a nadie. Escribo lo que pienso y siento porque me gusta compartir y no me cabe la menor duda de que cada segundo actúo con mayor apego a esas creencias. No tengo la verdad…tengo mi verdad y me parece asqueroso no ser fiel, al menos, a aquello en lo que uno cree y construye.

“De ahí que las alabanzas a la violencia, sobre todo hechas desde la comodidad del hogar, me parezcan una forma fastidiosa de catolicismo sin Dios".
Siempre has confundido dos cosas. Una que la comodidad del hogar es grata y dos que la agitación y el conflicto se encuentren sólo en una selva aferrado a un fusil, en la guerra o bien lejos de tu propia comodidad. Yo promuevo en cada uno de mis espacios esas ideas porque ellas van inmersas en todo lo que hago. No puedo pensarlo de otro modo.
Sobre el tema religioso vuelvo a lo mismo…te fascina esa religiosidad que no viviste y que en mi parecer es asquerosa. Yo no creo en lo que la iglesia católica promulga ni en la forma en la que lo hace. Respeto la religiosidad de las personas aunque no la de las iglesias y en realidad, si he de ser sincero, reconozco que respeto cada vez menos a los hombres que viven su vida basados en la creencia de Dios.

“En tu respuesta dejas intocada mi referencia al Che, que en el fondo es el centro de la crítica, porque a diferencia tuya, su alabanza de la agitación y el conflicto iba acompañada de una praxis”.
Sobre el Che no dije nada porque estuve de acuerdo en que su entorno marca gran parte de su pensamiento y praxis. Sin embargo creo que la admiración profunda que le tengo al Che proviene no de sus ideas (con las que muchas veces discrepo), si no del respeto que me genera una persona que vive de acuerdo a lo que cree cada día.
En mi parecer juzgar la historia es lo mismo que tú me criticas en tu escrito…hablar desde la “comodidad del hogar” sobre los hechos suscitados en otro tiempo y en otras circunstancias no me parece justo. En mi parecer el Che hizo lo que creyó necesario para su tiempo y nada más.
Sobre mi praxis creo que no estás en condiciones de juzgarla porque en realidad no me conoces ni estás cerca de mi vida.

“Y sí, estoy lleno de esas "contradictorias convicciones" que tan prontamente estás dispuesto a señalar. Es más: vivo contradictoriamente. Entre otras cosas porque no se cuál es la verdad y porque la noción de ella me parece totalitaria, violenta y megalómana. Trato de que mis contradicciones no se tornen en deshonestidad o hipocresía y procuro -siendo la persona que soy- no hacer daño a los demás”.
Justificación pomposa para negarse a vivir tu vida a tu manera. Para justificar todo lo que hacemos, porque en el fondo no sabemos que esta bien y que esta mal. La idea del eterno niño confundido y asustado. Otra vez repulsivo para mi gusto. Además viniendo de ti me suena hasta a mal chiste (y no quisiera recordar aquí eventos que lo expliquen).

“Si tuviera que pelear con alguien en un club de la pelea, seguramente elegiría al Che, aunque lo más seguro es que me pondría una tunda. Creo que sólo un gringo divertido, macho y nihilista (Palahniuk) podría tener la ocurrencia de querer madrearse a Gandhi”.
Para que veas creo que yo jamás entraría a un Club de la pelea porque detesto la violencia innecesaria e injustificada. Agarrarme a golpes con otro está solo determinado por el que ese otro violente mi espacio o intimidad de manera radical. No escogería al Che y en verdad tampoco a Gandhi porque sería un abuso. Estoy seguro que Palahniuk tampoco es tan burdamente literal y creo que como bien decía la HC queeen debes dejar de ser tan lineal. Léelo y verás que estás hablando ligeramente de un gran escritor y de un gran tipo.

Finalmente aquí terminan mis escritos sobre el tema. No encontraras en este espacio otra respuesta si decides escribir otra vez. Te sugiero ser cuidadoso con los que digas sobre mí y te ofrezco la posibilidad de acercarnos y conocernos otra vez sin los nubarrones de antaño. No puedo garantizar que vaya a gustarte quien soy pero al menos la crítica desde el conocimiento podría ser comprendida y considerada. Todo lo que proviene de esta distancia que nos ha alejado me suena a mentira.
Disculpen los otros participantes del blog por este asunto bilateral e invito a que las discusiones puntuales sobre los escritos se hagan por medio de nuestros correos electrónicos.

Abrazos.
FC

Meta-respuesta

Hay quien dice que los blogs no pueden ser más que un acto puramente personal. La gente los ve y utiliza como proyecciones de lo propio, de la emoción, el intelecto y la experiencia que va formando a cada individuo. No estoy seguro, pero mi impresión es que los blogs harto personales padecen a veces de cierto infantilismo estridente, de individualismo exacerbado. Aunque hay muchos que son actos de generosidad, puertas abiertas para compartir con otros lo que se vive, en su mayoría me parecen sospechosos instrumentos de auto-promoción, ventanas para el exhibicionismo que incentivan esa actitud tan obvia en nuestro tiempo, que consiste en reducir la realidad al texto y a la imagen, a la representación, si prefieren.
Así que aunque también tengo un blog que no es más que una proyección de mí y en el fondo pura representación (que el Gran Auditor de la Coherencia vaya haciendo su lista de ideas incompatibles), me resisto a usarlo como espacio de exhibición de mi mismo y de mi vida. Hay quien lo hace y lo hace bien. Yo no. Quisiera dejar las cosas en paz, tomar actitudes conciliadora, dejar pasar y no hacer de este espacio una proyección del yo, pero en este caso las respuestas merecen nuevas respuestas.
Mi post sobre el Mayor Gopal nace de la incomodidad y el rechazo moral y ético que me provoca lo escrito por FCC en el post sobre Zapata y no de los comentarios ni las alusiones (lúdicas y humorísticas, según se dice) al Javo dejadas en mi post sobre Batman.
En el post sobre Zapata, FC escribió: "Yo alabo la agitación y el conflicto" ¿Qué diablos quiere decir eso? ¿Cuál agitación y cuál conflicto? ¿Desde dónde se hace esa alabanza? ¿Qué ética es la que permite alabar la violencia? Mi intuición me dice que dicho elogio sólo puede provenir de un escepticismo melodramático con el que no simpatizo (pero ojo: es intuición y no una certeza). Me parece que las alabanzas (¿teóricas? ¿poéticas?) de la violencia sólo pueden hacerse posible desde una posición sumamente cómoda, que se da el lujo de hacer ditirambos de aquellas violencias que se consideran políticamente necesarias a la vez que se condena con dedo flamígero las que parecen moralmente reprochables.
Me parece Francisco, que tu afirmación (por más que vaya disfrazada de acto poético) coincide lamentablemente, con una posición dogmática y totalitaria, similar a la que tienen todos aquellos que efectivamente ejercen o celebran la violencia (hombres de estado, guerrilleros, mafiosos, empresarios, prepotentes de toda calaña). Es una posición que a mi me parece provenir de una visión puramente egocéntrica del mundo (del tener la certeza moral de que "hay cabrones y cabronas que merecen ser destruidos"). De ahí que la identifique con algo que llamo "nihilismo burgués". Me parece por otra parte, que la génesis de tus dichos no puede sino encontrarse en una identificación (cultural) con el valle de lágrimas que los católicos piensan que es el mundo. Sólo que a diferencia de los católicos convencidos, no hay salvación ni vida después de la muerte. De ahí que las alabanzas a la violencia, sobre todo hechas desde la comodidad del hogar, me parezcan"una forma fastidiosa de catolicismo sin Dios".
En tu respuesta dejas intocada mi referencia al Che, que en el fondo es el centro de la crítica, porque a diferencia tuya, su alabanza de la agitación y el conflicto iba acompañada de una praxis. El Che, a diferencia de Gandhi, no tuvo contradicciones. El mundo le repugnaba como era, los hombres como existían le parecían tan miserables que creía en la necesidad de "un hombre nuevo" y actuó en consecuencia. Nunca se alejó del guión. No tuvo las contradicciones que señalas en el caso de Gandhi. Para el Che, la consigna era "crear dos, tres... muchos Vietnam, " y es ésa coherencia centrada en la violencia y no los estertores de una radicalidad puramente discursiva lo que realmente me preocupa.
Y sí, estoy lleno de esas "contradictorias convicciones" que tan prontamente estás dispuesto a señalar. Es más: vivo contradictoriamente. Entre otras cosas porque no se cuál es la verdad y porque la noción de ella me parece totalitaria, violenta y megalómana. Trato de que mis contradicciones no se tornen en deshonestidad o hipocresía y procuro -siendo la persona que soy- no hacer daño a los demás. Si lo mío te ha parecido una provocación y un escupitajo, lo lamento sinceramente. En todo caso, buscaba cuestionar una posición que rechazo y a la vez incentivar el diálogo con alguien que respeto y cuyas opiniones me interesan (todos ustedes, pero en éste caso las tuyas, Fran). Ojalá el diálogo continúe aunque sea ríspido.
Un abrazo,
EZ.
PD: Si tuviera que pelear con alguien en un club de la pelea, seguramente eligiría al Che, aunque lo más seguro es que me pondría una tunda. Creo que sólo un gringo divertido, macho y nihilista (Palahniuk) podría tener la ocurrencia de querer madrearse a Gandhi.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Respuesta

Acudo desprovisto de cualquier pretensión bélica u ofensiva, no puedo sin embargo, omitir las palabras vertidas en este espacio que buscan herir y que terminan muy lejos del blanco pretendido. Cualquiera que me conozca descubre, sin mucho esfuerzo, mi afán lúdico y humorístico en mi comentario a JB y no habría tomado eso como referente o declaración de principios. Curiosamente no es él quien responde si no EZ, a quien mis palabras parecen golpearlo en el centro mismo de sus pesares o preocupaciones actuales. La historia sobre el mayor Gopal ha sido captada y asimilada. He decidido también que merece una respuesta.

Chemo: Lamento profundamente si ofendí en algo tus contradictorias convicciones porque ese no era el objetivo y aclaro que prefiero mantenerme al margen de este tipo de discusiones personales en el futuro (dentro de este espacio), ya que asumo el carácter colectivo del mismo.

Un abrazo para todos.

Mi respuesta:

Pienso que la provocación es un paso altanero que promueve la violencia. Si una política o ideología pretende basarse en la no violencia como principio fundamental, creo entonces, que debería evitar también aquellas manifestaciones que tienden a su promoción o a su origen. No es fácil lanzar un escupitajo y no recibir una respuesta a ello. Eso sería reflejo de poner la otra mejilla algo que me produce asco y que involucra también esa religión que tanto te atrae y criticas.

“Pensé también en la enorme capacidad de seducción que la agitación y el conflicto tienen para los escépticos, para lo que ya no creen en nada y piensan que el mundo es un lugar terrible donde sólo hay sufrimiento. Pensé que eso, es una forma fastidiosa de catolicismo sin Dios, una forma de nihilismo burgués. Y coincidí con el Mayor Gopal en que Gandhi era muy grande”.

Asumo que la vida es lo más preciado que tengo. No creo en otra vida, ni en la separación del alma y el cuerpo. ¿Cómo podría ser el alma algo más perfecto que el cuerpo humano? ¿Es posible? Yo amo los cuerpos y los celebro a mi manera. Tampoco creo en alguna institución más que en cualquiera de mis certezas. Si pienso que el mundo es un lugar terrible donde hay mucho sufrimiento y no por ello apelo a su destrucción si no a la del sistema que lo soporta y lo funda. Justamente porque el mundo y la vida valen la pena vivirlos es que creo que las cosas deben cambiar. Tengo un profundo respeto por la vida personal y la de los otros pero no creo en dejármela arrebatar por quien no lo ve del mismo modo.
Realmente creo que son muy pocos quienes podrían ver su muerte o la muerte de quienes queremos sin reaccionar de algún modo violento. Tal vez profundas convicciones religiosas lo permitan pero no es mi caso y no pretendo vivir bajo las creencias o predicciones de otros. Además he de reconocer que cada día siento menos respeto por los hombres de fe y por aquellos que un día se excusan magistralmente con pomposos discursos y luego sus actos y acciones cotidianas los contradicen por completo.
Sobre Gandhi diré que es otro personaje que refleja profundas contradicciones. Hay un Gandhi al que respeto y admiro profundamente y hay otra parte de él que me parece repulsiva. Cuestión de enfoque supongo. En mi parecer la política de no cooperación hacia los gobiernos o instituciones opresivas es un acierto. La verdad siempre, la igualdad y la convicción en el cariño a los otros también. Yo creo en la no violencia para conseguir la transformación pero creo que es necesario tener una dosis de respuesta si quieren destruir lo que se ha edificado en pos de una vida mejor.
No creo que nadie pueda sentarse a mirar como se calcina lo logrado en cada uno de los preceptos mentirosos que el sistema nos ofrece. Yo pienso que Gandhi también pensaba de este modo y por ello se enfrentaba a la contradicción discursiva. Por ejemplo, es conocido (y comprendido) que durante el conflicto indo-pakistaní (manipulado por Inglaterra), hizo públicas sus ideas acerca de obviar las políticas de paz y no violencia contra Pakistán, en caso de hostilidades. ¿Flexibilidad de la regla? ¿Humana debilidad?
Gandhi dijo: “Estoy convencido de que la no violencia es infinitamente superior a la violencia, pero creo que en el caso en que la única opción posible fuera entre la cobardía y la violencia, yo aconsejaría la violencia… Preferiría que la India recurriera a las armas para defender su honor, antes que, de una manera cobarde, se convirtiera en testimonio del propio deshonor”.
No siento ajeno un pensamiento de este tipo porque entiendo el momento histórico en que fue concebido y porque se que la elección, en muchos casos, no es solamente nuestra si no que aparece como reflejo del hastío hacia un sistema injusto y decadente que nos violenta en la intimidad y en lo colectivo. No querer verlo o no querer cambiarlo es en mi parecer, un acto clase mediero, pretencioso y cobarde, de comodidad inalterada. Gandhi también tuvo enseñanzas sobre el amor, el respeto, la dignidad humana y las formas que deben guiar las relaciones sociales dentro del marco de la no violencia. Rescato esa parte del discurso con dos citas:

"No puedo tolerar la menor concesión a la mentira en mis escritos. Estoy dispuesto a rechazar todo lo que se consiga con mengua de la verdad y, por otra parte, estoy convencido de que no hay mas religión que la verdad".
"No quiero mi casa amurallada por todos lados ni mis ventanas selladas. Yo quiero que las culturas de todo el mundo soplen sobre mi casa tan libremente como sea posible. Pero me niego a ser barrido por ninguna de ellas. Me niego a vivir en casa ajena como un intruso, un mendigo o un esclavo".

La parte que detesto.

“[Tyler and narrator are discussing ideal opponents.] Tyler Durden: ok: any historic figure. Narrator: I'd fight gandhi. Tyler Durden: good answer”.

Este pasaje de Fight Club siempre me generó dudas y cuestionamientos profundos. Siempre quise averiguar por qué un tipo como Chuk Palahniuk (que no olvida un solo detalle) incluiría ese episodio en el libro y se las arreglaría para hacerlo también en la película. Tendría que ser importante o poseer un mensaje feroz.
Un día me encontré algunos discursos de Gandhi respecto de la persecución nazi hacia los judíos que produjo en mí un sentimiento violento. Pensé ¿qué clase de ser humano puede pedirle a otro este tipo de actos cobardes?
A inicios de la Segunda Guerra Mundial, Gandhi llevó su discurso no violento al extremo citando el Sermón de la Montaña (la idea de no responder al mal con el mal), y declaró que los judíos “ganarían el amor de Dios al ir voluntariamente hacia sus muertes”. También sugería:
"Dejen las armas, por cuanto éstas no van a servir para salvarles a ustedes ni a la humanidad. Deben invitar a Hitler y Mussolini a que tomen todo lo que quieran de sus países. Si quieren ocupar sus casas, váyanse de ellas. Si no les permiten salir sacrifíquense a ellos, pero siempre rehúsen rendirles obediencia".
No pude dejar de pensar que para mí morir no era una opción y en qué tanto de nosotros mismos se destruye cuando dejamos que nos arrebaten aquello que queremos y hemos construido. No me refiero por supuesto a las cosas materiales sino a las otras. Me refiero a si dejarse matar por otro no es solo una cobarde forma de rendir obediencia a la estupidez y el horror. Entonces he reconocer que apreté mis puños y al igual que el Narrador de la novela, ¿Cornelius? ¿Rupert? supe que a ese Gandhi, yo también quisiera molerlo a golpes.
FC.

martes, 2 de septiembre de 2008

Algo sobre el Mayor G.


Una tarde de verano en Londres, mi amigo el Mayor Gopal me invitó a comer a su cuarto. Vivía como muchos estudiantes en una habitación minúscula que compartía con su mujer que lo ayudaba en todas sus tareas pues el Mayor Gopal era ciego.

Yo lo había visto desde el primer día de clases, recuerdo que lo primero que pensé fue: ¿qué le pasa a este tipo qué no se saca nunca los lentes oscuros en clase? Me caían mal sus anteojos y sus grandes anillos con piedras brillantes que me recordaban a los que los diputados provinciales utilizan en mi país.


Tiempo después, en un pequeño seminario que tomaba en un salón que seguro había sido una bodega de los conserjes, me tocó sentarme al lado del Mayor Gopal. Tardé un rato en darme cuenta que no veía más que bultos y sombras y que su cara estaba marcada por unas cicatrices hondas que corrían desde la mejilla y bajaban por el cuello hasta perderse dentro de la camisa. Con todo y su ceguera, el Mayor Gopal se las arreglaba bastante bien, caminaba sin bastón -aunque casi siempre agarrado del brazo de su esposa- y tomaba notas en un cuaderno absurdamente largo en el que la frases zigzagueaban y terminaban por amontonarse en un desorden monumental.


Durante el seminario, el Mayor Gopal había sido el único tipo que había dicho algo en contra de las ortodoxias económicas que nos enseñaban, lo hacía con precisión y firmeza y una buena dosis de ironía que había dejado callados a nuestros compañeros, aspirantes todos a un puesto en el FMI. Ese día nos hicimos amigos.


Pasamos casi todo el año juntos, yo lo invitaba a mi casa y él me invitaba a comer unos antológicos currys a la suya. Después de la comida me animé a preguntarle cómo había perdido la vista. Gopal me contó con su habitual tranquilidad que venía de una familia numerosísima y pobre de Bengala y se había convertido en soldado para asegurarse una educación y un plato de comida.


Tras años de servicio, había ascendido en la jerarquía a fuerza de prestar servicios en las zonas más candentes de la India: la frontera con China, en Bután y finalmente en Kashmir, donde hay una guerra abierta entre el gobierno indio y el separatismo islámico. Gopal había sido miembro de las fuerzas especiales -lo que constituía un dolor de cabeza en Inglaterra, pues constantemente tenía que tramitar permisos de estadía con el gobierno británico- y estaba encargado de operaciones contrainsurgentes en la frontera con Pakistán, hasta el día que pisó una mina que casi le arrancó un brazo y la mitad de la cara. Tras largos años de quirófano y rehabilitación, había sido dado de baja del ejército, se convirtió en contador y luego obtuvo una beca para estudiar en Inglaterra. Gopal me tenía fascinado. No sólo contaba historias fantásticas que hablaban de lugares extrañísimos sino que además era alguien que contradecía todos mis estereotipos sobre la India. Mi primer amigo indio estaba en las antípodas de Gandhi: era un guerrero, un tipo para el que el combate no era una idea abstracta sacada de algún libro ni una colección de imágenes televisivas, sino una realidad concreta de la que su ceguera era una evidencia irrefutable y permanente.

Yo que crecí entre ex-guerrilleros y militantes duros de las guerras de América Latina que no contaban demasiado sobre su pasado, estaba maravillado ante el mayor Gopal que hablaba en forma simple y brutal sobre la guerra (tal vez la única forma de hacerlo. Todo lo demás son discursos que se lleva el viento).

La tarde en cuestión Gopal me contó de su renovada admiración por Gandhi: Antes de venir aquí - me dijo- pensaba que Gandhi no era tan importante. Había conseguido la independencia de la India, sí. Pero yo pensaba que para 1947 los británicos ya estaban en declive y preferían regresar a su isla. Pero ahora he cambiado de opinión. La violencia, mi querido Emiliano, es una de las cosas más concretas que existe. Es como una verdad y frente a eso la idea de la no-violencia parece una abstracción, una cosa ligera, sin realidad (something light, without fabric) ¿Te das cuenta de lo inteligente que hay que ser para liberar a un país sin matar a nadie? Gandhi era muy grande.

Yo sólo me quedé pensando, mientras comía un curry con los dedos. Lo primero que pensé fue en el Che y en que probablemente no reconocía otra realidad que la violencia. Esa era su materialidad, la prueba empírica e irrefutable de la existencia. La guerra como la única forma de la verdad. Pensé también en la enorme capacidad de seducción que la agitación y el conflicto tienen para los escépticos, para lo que ya no creen en nada y piensan que el mundo es un lugar terrible donde sólo hay sufrimiento. Pensé que éso es una forma fastidiosa de catolicismo sin Dios, una forma de nihilismo burgués. Y coincidí con el Mayor Gopal en que Gandhi era muy grande.

Foto: Estatua de Gandhi en Tavistock Square, Londres. Justo en la esquina de la plaza, uno de los atacantes suicidas hizo estallar un autobús en julio de 2005.

viernes, 29 de agosto de 2008

American Gothic

"How much of it is true? All of it. None of it. Only the shame."
John Banville, The Book of Evidence

Quienes han visto la última película de Batman con una visión crítica coinciden en señalar la incapacidad del director (C. Nolan) para recuperar el espíritu y la complejidad del Batman de Frank Miller (el cómic The Dark Knight Returns en el que más o menos está basada la película) y la facilidad con que el film adhiere al aparato ideológico norteamericano y en especial a su "guerra contra el terror".

Ambas críticas tienen algo de cierto: los momentos de gran tensión y riqueza narrativa que caracterizaban el guión de la novela gráfica de Miller aparecen un tanto diluídos y subordinados al film de acción que preludia la aparición del videojuego (la película convertida en anuncio de mercancías futuras) y la facilidad con la que los personajes utilizan el término "terrorista", parece una contribución al proceso de fabricación de los nuevos enemigos de Estados Unidos.


Sin embargo, los críticos que han descalificado la película por su carácter propagandístico y publicitario tienden a ignorar lo que quizás sea el atractivo más grande de este Batman: la ambigüedad moral que caracteriza a todos sus personajes. Que dicha ambigüedad sea reconocida en una superproducción hollywoodense es un hecho notable en la medida en que revela la incapacidad de la propaganda para construir un tipo ideal de comportamiento en el que los sujetos (personajes y espectadores) puedan y deban reconocerse. Este Batman rebasa lo meramente propagandístico en tanto fracasa en en establecer con nitidez los límites entre el héroe y el villano, entre el mal y el bien y por lo tanto, no puede verse simplemente como expresión de una hegemonía determinada.


No estoy convencido que el amasijo de contradicciones morales y políticas que caracteriza a la película sea el resultado de una crítica sutil del director (si esto es así, Christopher Nolan es un genio y estamos frente a una obra quasi subversiva disfrazada de blockbuster de verano) quizás sea más bien una muestra de que la seguridad de Hollywood sobre su propio orden moral se tambalea y de que la consistencia de la weltanschaung norteamericana es cada vez más dudosa.

Crítica sutil o mero reflejo del malestar cultural de su tiempo, Batman es una película (decadente) sobre la decadencia y en ese sentido está años luz del espíritu de sus predecesoras y de otros filmes de superhéroes en donde la fusión entre héroe y CEO jamás se cuestiona. El Batman de Nolan es apenas heroico: es un personaje tan amoral y oscuramente pragmático como sus enemigos. La película también deja serias dudas sobre la frontera entre el bien y el mal. A diferencia de Superman, donde el mundo moral (una granja costumbrista del Medio Oeste norteamericano, blanca, anglosajona y protestante) está generalmente amenazado por enemigos remotísimos, a menudo extraterrestres, en Ciudad Gótica la separación entre ley y crimen son difíciles de percibir y quienes amenazan el orden son irremediablemente humanos por más que haya cierta inclinación a caricaturizarlos.

Este Batman es también una metáfora de un Estado en crisis. Batman, el Guasón, el fiscal, la policía y hasta el mayordomo funcionan como "tipos ideales" weberianos. Batman puede entenderse como un héroe o un caso clínico de narciscismo esquizofrénico, pero también es susceptible de interpretarse como una metáfora de una forma de paramilitarismo cada vez más frecuente en nuestro tiempo.


Batman es un gran capitalista que no cree en el Estado y que frente a la incapacidad de éste para protegerlo y eliminar a sus competidores en el mundo del dinero (la mafia que encarcela al principio de la película) opta por llevar a la práctica su propia idea del orden y la justicia. Esta idea que no tiene nada de novedosa, adquiere un giro interesante cuando Bruce Wayne descubre que el fiscal de distrito tiene simpatías por el hombre-murciélago y su cruzada ilegal. El fiscal (el Estado) necesita de esta fuerza ilegítima pero efectiva, capaz de pasar por encima de los límites legales al poder para actuar. El pacto tácito entre el fiscal y Batman es un acto fundacional que pone a Ciudad Gótica en ruta hacia el fascismo (Mussolinni definía al fascismo como el momento en que el poder estatal y el poder de las corporaciones privadas se fusionaba) destruyendo el frágil equilibrio entre política y delito que antes existía sumiendo a todos en el caos y la anarquía. Es en ese momento en que aparece otro personaje interesante, el mafioso italiano que busca negociar con la autoridad y tratar de reestablecer cierto balance que los fundamentalismos de Batman y el Guasón han eliminado.


Entre estas voces cargadas de violencia estatal y privada hay una más que también merece mención: Alfred el mayordomo, ha dejado de ser un simple servidor, para convertirse en la sabiduría cruel de un viejo imperialismo. Ahora sirve al nuevo amo del mundo trayéndole la bandeja con el té, pero también con la memoria de las viejas guerras coloniales, en Burma dice, para acabar con los bandidos, tuvimos que quemar el bosque. Es la conciencia (cómplice) que le recuerda a Wayne que su proyecto tiene consecuencias y que para seguir y tener éxito hay que sacrificar a otros.


Cuando veía Batman, puede que estuviera frente a una pieza más de la maquinaria propagandística de Hollywood pero también veía metáforas de Irak, Colombia y México. Veía el mundo ardiendo alrededor mío, rodeado de hombres cada vez más poderosos, ricos y violentos, alienados y sin más contacto con el mundo real que el desprecio. Por un momento me sentí como los habitantes de Ciudad Gótica, atrapado en un barco lleno de explosivos, jugando a la democracia rodeado de soldados. Sólo espero que fuera del cine haya muchos como el preso de la película que toma la única decisión moral del filme, tal vez de la vida: la de no destruir a los otros aún cuando sea posible.

martes, 19 de agosto de 2008

EZ (el original)


¿Y quienes son esos que hablan de memoria historia, idiomas, lugares, sin haber arriesgado nada?

¿Y quienes son aquellos que hacen la guerra detrás de lujosos escritorios?

¿Por qué hay un premio nobel de la paz que premia a los cobardes?

Que otros alaben a hombres eminentes que se llenan la boca de paz.

Yo alabo la agitación y el conflicto.

Que otros alaben el miedo y la soberbia que destruye lo común.

Yo alabo la simpleza y la mirada profunda.

Yo solo quiero que gire el reloj de arena, se desborde la rabia

Y se consuma esta asquerosa desigualdad.

(FCC)

. . .

I

La figura de Zapata está fuertemente arraigada a mi infancia, más por condiciones geográficas que por el conocimiento del líder revolucionario. Mi padre que durante mucho tiempo se había desempeñado como chofer (de camiones urbanos, para Telmex y previamente realizando fletes en la Merced y en la Central de Abastos) había comenzado a trabajar para unos parientes como administrador y agricultor en el estado de Morelos. La colonia donde habitaba, escogida estratégicamente por su módico precio y en una ruta a mitad de las tierras cultivadas se encontraba a un par de kilómetros de Anenecuilco. Lo que recuerdo, y que por muchos años ha sido la imagen misma del lugar es un enorme cartel que anunciaba el pueblo origen de Zapata donde se podía leer su fecha de nacimiento y una ilustración de su cara. El cartel era gigante y descolorido por las lluvias y un nulo mantenimiento.

La primera vez que fui contaba con seis años. Usaba unas pequeñas botas que me hacían el hazmerreír de mi escuela pero no me importaba (demasiado). El ritual del viaje que habría repetirse muchas veces durante casi diez años consistía en trasladarse de madrugada el lunes de la ciudad de México para llegar a la cinco de la mañana a Morelos y poder disponer las actividades que se habrían de realizar en la siembra ese día. En el transcurso pasábamos por Tres Marías, Cuautla, Anenecuilco y Villa de Ayala para poder llegar finalmente a la colonia Olintepec situada inmediatamente después de Villa de Ayala donde había la única gasolinería cercana. En frente de la Olintepec estaba la Colonia Abelardo Rodríguez y siguiendo por ese rumbo se llegaba a Tenextepango, donde regularmente hacíamos las comidas y donde quedaban la mayoría de las tierras de las que se encargaba mi padre. Esa hacienda que había pertenecido al yerno de Porfirio Díaz y con el que Zapata había trabajado como caballerango en la ciudad de México. Poblados también comunes eran los de Moyotepec, Apatlaco y a veces se llegaba hasta Chinameca, Jojutla y Tlaltizapán. Incluso algunas tierras alquiladas eran de la pertenencia de Eufemio Zapata, emparentado en algún grado con el difunto Emiliano.

Anenecuilco se había juntado con Villa de Ayala y no existía división clara por lo que yo los concebía como uno. Además de la gasolinería, había un pequeño hospital a las márgenes del río y un jardín con la figura de Zapata, prácticamente idéntico al que se encontraba cuando uno salía de Cuautla para agarrar la carretera que nos conducía a tierras zapatistas. Mis idas coincidían con la fechas conmemorativas del caudillo: 8 de agosto (nacimiento) y 10 de abril (muerte) y con las de la siembra y cosecha de la cebolla que era lo que mi padre sembraba y cuidaba. En agosto se preparaba la planta, -“el pachol” como se le decía- situación difícil porque coincidía con lluvias y el cuidado de la planta no se hacía en invernaderos –escenario común en la actualidad- sino directamente en la tierra, lo cual lo hacía muy difícil de cuidar. El pachol que estaba en una sola tierra se transplantaba a otras en la primera quincena de septiembre. En abril se coincidía con la semana santa –casi siempre- y con la cosecha de la cebolla. A diferencia de otros estados, como los del norte, en Morelos la cosecha tenía la particularidad de que se arpillaba –poner en los costales- directamente del campo y no en una seleccionadora. El trabajo era arduo y para realizarlo se llevaba gente directamente de Guanjuato porque los campesinos de Morelos no realizaban este trabajo. Siempre que estaba en el campo intentaba con un primo hacer ciertas faenas. Sobra decir que lo hacía mal y lento. Contando con diez años intente participar en el “moche” –arrancar las cebollas, mocharles el rabo y después arpillarlas por tamaño-. Un día de trabajo y un costal fue lo que hice mientras que un trabajador normal haría alrededor de 30 arpillas. Al final de la semana mi tío me pago sesenta pesos, mi padre no le dijo nada a él pero a mi regañó por recibir dinero que no había ganado, una ofensa para el trabajador real. Mi padre había dejado la escuela en tercero de primaria y su primer trabajo fue como peón de campo a los once años.

A pesar de las muchas veces que fui a Morelos y la cercanía con Anenecuilco jamás pasé a conocer la casa –hoy pequeño “museo”- de Emiliano Zapata. Fue así hasta que el 10 de abril de 1999 fuimos a Chinameca y Anenecuilco algunos amigos. En la casa-museo de Zapata en Anenecuilco adquirí una imagen del líder sureño en fuertes vivos rojos; la pagó nuestro Emiliano y creo que costó 10 pesos. Aún conservo la foto.

II

“Este es un libro, acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución”. Así comienza uno de los libros más famosos sobre el zapatismo. Era una revolución para permanecer en las tierras de sus padres y sus abuelos, en sus pueblos, en sus aldeas y rancherías. El movimiento zapatista era un movimiento social no político, por lo que siempre tuvo problemas para entenderse con los movimientos del Norte más políticos que sociales. Desconoció a Madero y a P. Orozco, desconfió de F. Ángeles y mostró una abierta crítica y desconfianza de Carranza al que percibían como otro P. Díaz. Creyó en Villa pero los villistas los dejaron solos cuando más lo necesitaban y finalmente se aliaron con A. Obregón.
Zapata siempre fue el líder del movimiento en el sur. Su reconocimiento no era por el liderazgo –que lo tenía- sino por el cariño que le tenían a él y a su familia. Se escogió a Zapata como líder por que si algo sabían los campesinos de Morelos era que él no los traicionaría. En efecto, esta era la obsesión de Emiliano: no traicionar a su gente, a su pueblo, a su tierra. El cariño entre iguales le dio a Emiliano el liderazgo y ese mismo cariño obligaba al hosco revolucionario a ser desconfiado sobre todo de la ciudad de México y sus políticos.

Por otra parte, el zapatismo siempre fue un movimiento desdeñado por ser el de la gente con la piel más oscura y de menor estatura, por ser campesinos de calzón de manta, por ser “indios” en suma. El líder que para entonces habitaba en Tlaltizapán vivía sin lujos e igual que la que la mayoría del campesinado del morelense. “El lujo del año (1915) fue una corrida de toros en Yautepec. Allí Salazar (Amado Salazar, primo de Emiliano y líder de Yautepec. N. de JB) había construido una placita de toros enfrente de la estación del ferrocarril y Juan Silveti famoso novillero que más tarde se convertiría en uno de los mejores toreros de México, lidió dos novillos de la ganadería prestigiada en Toluca tenía Ignacio de la Torre y Mier. … Las familias lugareñas habían luchado largamente para recuperar sus tradiciones rurales. Y en su estado agrario sólo querían tener otras familias campesinas como ellas mismas. Había algo de metódico en esta intolerancia, en esta rudeza deliberada, en esta voluntaria ignorancia de las costumbres finas. Pues la gente de la ciudad era portadora de malos presagios. Hasta los perros les ladraban.”(Womack, Zapata y la revolución mexicana, México, Siglo XXI, 1969. p. 238-239). La hosquedad y desconfianza del líder eran las mismas de la gente; Zapata era uno más de ellos.

Probablemente las grandes virtudes sean también los grandes defectos de las personas. Las características de EZ que lo hacían el líder indiscutible de la guerrilla morelense fueron también lo que hicieron que el movimiento permaneciera en lo local y no trascendiera a lo nacional; lo social era la base y lo político casi no importaba. En los términos de Laclau, Zapata sería un líder populista que había reconocido en el campesinado de Morelos una demanda específica: la tierra. Incluso estando de acuerdo en esta demanda principal Zapata difería en el enfoque. Había que trabajar la tierra para el mercado, decía Zapata. Debía dejarse de sembrar maíz y producir más caña de azúcar que trajera mayores beneficios económicos para los campesinos. Estos diferían en la visión y preferían sembrar en las tierras recuperadas maíz, tomate, frijol y cebolla, cosas simples para el consumo cotidiano, sin plusvalor en el mercado. Emiliano no estaba de acuerdo pero mandó obedeciendo; el tampoco quería cambiar muchas cosas y por eso fue el líder revolucionario que Morelos quería.

Siempre alejados del centro y de la política nacional, solamente algunas demandas zapatistas de corte agrario se vieron satisfechas con la alianza de Gildardo Magaña (líder del zapatismo a la muerte de Emiliano) y el gobierno obregonista. Después de la pausa que significó ese gobierno los zapatistas volvieron al enfrentamiento con el gobierno callista. Las exigencias no eran ahora de tierra y libertad solamente, también se demandaba la libertad religiosa. Estos revolucionarios no eran de corte jacobinista desafiando el modelo tradicional. Si bien es cierto que los cristeros encontraron su lugar de proyección en el Bajío y Occidente de México, en Morelos hubo una fuerte defensa de la religiosidad popular y siempre fue encabezada por los antiguos jefes zapatistas. Benjamín Mendoza uno de los principales lideres zapatistas modificó su lema: “¡Tierra y libertad!" y le añadió "¡Viva Cristo Rey!”. La religión y la tierra eran (¿son?) cosas serias para estos campesinos que lucharon contra el Estado en varias ocasiones y contra distintas facciones revolucionarias para mantener sus tradiciones.

Parece ser que EZ fue uno más del pueblo, con sus virtudes y errores, y eso lo transformó en el líder social más significativo del último siglo.

(JB)

. . .

Ilustres revolucionarios:


Este ilustrador revolucionado convoca, sí,
convoca. No se hagan: ya va siendo hora de que la ilustración aparezca primero y el texto después. Sin más, un abrazo lleno de pólvora de PB.
Esto no es un concurso. Colaboración dispuesta, colaboración puesta.

martes, 12 de agosto de 2008

El jugador

¿Qué cómo conocí a Ibrahim El Rahman? Una mañana de principios de noviembre llegué a su casa. La fachada era de cantera lisa y alta como si se tratara de una instalación militar o una embajada y no la casa que uno encontraba tras el portón de hierro. Me dijeron que no tocara el timbre y no lo hice. El guardia de la caseta del callejón te anunciaba y después de un rato un hombre pequeño abría la puerta con una sonrisa. Su notoriamente corta estatura no le restaba, sin embargo, presencia. Daba la impresión de ser un hombre maduro a pesar de no representar más de treinta y cinco años. Tenía pelo negro y un tanto crespo y las canas no pasaban de unas cuantas que le daban el aspecto un tanto brillante a su cabellera. Después de las formales presentaciones pasamos a la barra-desayunador situada en una especie de lounge o cuarto de tele. La cafetera eléctrica destilaba las últimas gotas de café. Era una habitación amplia de paredes altas y lisas de la misma cantera que el exterior de la casa y a pesar de que los muebles eran de cristal y metal la madera clara del piso y la barra la hacían acogedora. Todo ahí daba una sensación de claridad y limpieza y aunque todo era las líneas rectas la variedad de muebles le daba vida al salón.

Entre todos los objetos había uno que sobresalía, una máquina de juego con una leyenda: Fabulous Ibrahim. Las Vegas. Sin mencionar a algunas mujeres este resultaba el personaje más interesante de mis clientes. Lo primero que resultaba peculiar era su nombre: Ibrahim El Rahman. Su padre, musulmán Egipcio, había mudado su residencia a Veracruz en los años 40 para casarse con una católica mexicana. Ibrahim no conservaba, sin embargo, ningún apego por el islam y hablaba de su padre como un hombre iracundo a quien veía no muy frecuentmente. Cuando le pregunté por El Cairo me dijo que no le llamaba la atención una “ciudad gris”. Ante mi desconcierto explicó que la mayoría de las ciudades egipcias eran como los barrios pobres de la ciudad de México en donde la gente no tiene suficiente dinero para pintar los ladrillos de concreto de sus improvisadas e inconclusas viviendas. No, como después me daría cuenta, sus plegarias diarias no se dirigían a una ciudad del desierto saudí, sino a una en el desierto de Nevada. Las Vegas era el lugar de sus peregrinaciones, que se limitaban a dos al año por un acuerdo con su esposa. Y aunque como dije antes Ibrahim no permitía que nadie tocara el timbre de su casa para no alterar el sueño de su esposa nada le impedía fumar y a lo largo de esa primera cita de dos horas sin duda nos habremos fumado unos diez cigarrillos cada uno entre taza y taza de café de las que generosamente nos convidaba él mismo.

A pesar de su tono de voz y sus gestos firmes no imponía su autoridad como seguramente lo hacía en su oficina. No, estando en su casa era un gran anfitrión y cuando contaba algo miraba directamente y abriendo tanto los ojos que estos quedaban casi redondos dentro de sus anteojos mientras sonreía. Si bien era de una familia de dinero él era quien había prosperado más en su negocio de intermediario entre las empresas y las aseguradoras. Su trabajo era estimar cifras de dinero convenientes y su pasión, cifras de dinero plausibles, las apuestas. Ahí era donde entraba yo.

lunes, 11 de agosto de 2008

La razón populista

La razón populista
Ernesto Laclau

El peculiar título que ha escogido Ernesto Laclau provoca muy distintas reacciones en la cultura latinoamericana. Término que ha sido manoseado en exceso en los últimos años, podría remitirnos a elementos como asistencialismo, personalismo, caudillismo, etcétera.

El autor argentino, discípulo de Eric Hobsbawm, propone estudiar la categoría de populismo de manera distinta a la perspectiva más extendida del fenómeno. La diferencia radica en que en el análisis no se pone énfasis en la clásica tipificación de la manipulación del pueblo (simple dato de la estructura social) por un líder carismático, sino en la decisión teórica de admitir al pueblo como categoría política con demandas específicas que permiten la construcción de una identidad colectiva.


Para Laclau populismo no es un concepto esencialista, sino el modo específico en que las demandas populares se articulan, estableciendo una lógica de la política entendida como dinámica de institución de lo social. Teniendo en cuenta elementos del postestructuralismo y del psicoanálisis (primordialmente la obra de Jacques Lacan), Laclau piensa al populismo como una práctica política específica por lo que el análisis debe centrarse en el conjunto de estrategias discursivas y de condiciones que han propiciado el surgimiento de los discursos populistas.


El sociólogo argentino manifiesta que es necesario pasar de un tipo de análisis en el que la unidad del grupo se da por descontada, a otro en el que es concebida como articulación variable de demandas. Como ejemplo manifiesta que los reclamos en torno a la vivienda, al empleo, a la salud, al suministro de agua, a la escolaridad, no tienden espontáneamente a confluir en un todo congruente y unificado sino que dependen de articulaciones cambiantes y contingentes, o sea, esencialmente políticas.


La heterogeneidad de demandas particulares es incuestionable, por lo que para no caer en un mero particularismo, las demandas específicas se tienen que articular en lo que el autor ha denominado cadenas equivalenciales, en las que cada uno de los eslabones mantiene su individualidad, pero en las que todos ellos adquieren, a través de símbolos comunes, una cierta universalidad. En realidad, toda demanda parcial se constituye en el interior de una tensión: en tanto reclamo parcial adquiere una mayor solidez a través de su inscripción en una cadena equivalencial más amplia; pero esta cadena puede, a su vez, deformar y ahogar a la demanda. Mantener el balance entre estas dos posibilidades extremas es lo que constituye el arte de la política. Sin cadena equivalencial no hay construcción de una voluntad colectiva, pero si esta cadena se torna autoritaria con respecto a los eslabones que la componen tampoco logrará, en el largo plazo, constituir una hegemonía política.


Con un enfoque microanalítico, Laclau estudia tres momentos históricos en la construcción de lo que se ha tratado de definir como “pueblo”. La formación del Partido del Pueblo (1896) en Estados Unidos, la ideología del Partido Republicano del Pueblo en el nacimiento de la Turquía moderna y el populismo peronista entre los años de 1960 y 1970, son los ejemplos concretos que utiliza el autor para ilustrar sus tesis.


En la parte final del libro, Laclau se da tiempo para discutir las diferencias que existen entre sus propuestas y las de otros autores sobre el populismo; todo dentro de los marcos teóricos del post-marxismo, el post-estructuralismo y el psicoanálisis. Retoma la discusión inconclusa que tuvo con el esloveno Slavoj Žižek en Contingencia, hegemonía y universalidad, criticándole el exagerado énfasis que pone en el antagonismo social, al considerar que una sobredeterminación de la categoría de clase es la que propicia los antagonismos étnicos o de género, por ejemplo. Respecto a las tesis de Michael Hardt y Antonio Negri propuestas en su ya clásica obra Imperio, les critica que ante la heterogeneidad social que ha promovido el capitalismo global, ellos opongan una desarticulada constitución del sujeto emancipatorio al que denominan “la multitud”.


La obra de Ernesto Laclau, académico de la Universidad de Essex, se aleja de la explicación funcionalista de los politólogos tradicionales, teniendo en cuenta siempre los elementos pasionales e irracionales en la construcción de las identidades colectivas. Un elemento criticable en la obra de Laclau es su escritura, barroca en demasía, con el que aleja a los posibles lectores fuera del ámbito académico.


*Puede verse una reseña del mismo libro, otro cara de Jano publicada por JS-HM en junio de 2006 en la revista Letras Libres. El pretendido liberal concluye su crítica diciendo “El postmarxismo resulta a fin de cuentas neoschmittismo. Antiliberalismo con traje folclórico”. Como colofón añado la anécdota, cuando Laclau –sociólogo reconocido mundialmente- presentó el libro en el CIDE, -presentación organizada por el FCE- la División de Estudios Políticos, hija en su mayoría de los rational choices puso cara de “¡No entiendo ni madres!” y trataron de escabullirse poco a poco. Al final el director de la división solamente pudo pedir disculpas “por que sus estómagos no estaban acostumbrados a tal tipos de alimentos”.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Detonaciones simétricas (A)

Un caleidoscopio de sávila. Un Rorschach fotosintético. Una explosión de espejos.

lunes, 4 de agosto de 2008

Las Giocondas



I.

En un museo una Mona Lisa absolutamente falsa es aplaudida por la gente como si fuera verdadera.

II.

En otro, una Mona Lisa auténtica es siempre sospechosa de ser falsa. Cada año, el director del Museo descuelga el lienzo frente al murmullo desconfiado del público y la lleva a un laboratorio para que un experto revise el cuadro y muestre el origen apócrifo de la pintura. Se la inspecciona con rayos x, se analizan los pigmentos y la composición de la tela, se revisa con nuevas técnicas la firma.

La prensa especula todos los días en grandes y voraces encabezados: "La Mona Lisa no sonríe. Tras la modelo, un hombre barbado escupe al espectador", "Los expertos a punto de revelar el engaño" y alguno más: "El fraude del siglo: ¿dónde están los responsables?". Las comisarías de la ciudad se llenan de falsificadores y ladrones de arte a los que se apresa y golpea para que confiesen la verdad sobre el cuadro.

Después de meses de rumores y millones gastados en investigación, el director del Museo y el experto salen a dar una conferencia de prensa. Su humor es sombrío y sus voces suenan apagadas: la Mona Lisa de nuestra sala es auténtica. No hay duda alguna.

El pasmo y la decepción no pueden ser mayores. Cuando la pintura vuelve a la sala del Museo los espectadores se juntan en silencio y la miran con insistencia. Se sienten engañados y ya sólo confían en su mirada para descubrir la farsa. Los rumores empiezan a crecer por toda la ciudad: alguien fue sobornado para no hablar, la verdadera Gioconda está oculta en una mina, en un rascacielos, en el fondo del mar. El experto que habló en la conferencia no es el mismo que realizó las pruebas.

La dudas inundan la ciudad; la prensa está histérica, el gobierno se tambalea. El director es obligado a renunciar y tras ser interrogado por la policía sale del país. El experto no vuelve a encontrar trabajo nunca más y dembula empobrecido por los cafés, contando a quien quiera oírlo, su versión de la conjura. Un nuevo director es nombrado en el Museo y vuelve a descolgar a la Mona Lisa de su pared.

La ciudad regresa a su rutina de sospecha y desconfianza. Por las noches los habitantes duermen con una mueca en el rostro, igual a la que imaginan detrás de su Gioconda falsa.

(Imágenes: PB)

domingo, 3 de agosto de 2008

Anthropologist's Diary XX


Un cohete sale disparado hacia el cielo lleno de nubes. Retumba en el valle, gallos y burros se agitan y comienzan su desafinada sinfonía. Un clarinete ensaya una larga escala en alguna casa. La caminata y el ritual (¿acaso son diferentes?) han comenzado. Cargo una olla llena de tamales y algunas bolsas de plástico. Me quisieron dar uno de los guajolotes pero no pude cargarlo y las sonrisas cómplices aparecieron. El animal me rasguñó con una de sus patas.

Pasamos la iglesia, la ermita de San Antonio, subimos un poco más y llegamos al Zempoal Chiquito. La montaña envuelta en neblina se hace cada vez más grande, la gente ríe y conversa hasta que unas horas después, aparece el camino de piedra y las nubes húmedas empiezan a envolvernos aunque el sol ya ha salido. Un hombre viejo, camiseta, mezclilla gastada y huaraches de charol llenos de lodo se adelanta. Pide a M. que la acompañe.

-Ése es el xemabie- dice E.

El viejo y la chica atraviesan un bosquecillo de grandes árboles cubiertos de musgo y otras plantas que no sé reconocer. Nos juntamos a su alrededor, ellos suben un pequeño altar que no es más que algunas piedras apiladas. El xemabie reza y sólo alcanzo a entender algunas palabras: koop'k, Cong'hoy, tu'uuk: montaña, rey, pollo.

El xemabie abre los brazos y parece que va a lanzarse hacia el mar de nubes que hay debajo de él. Sigue la letanía, que sólo se detiene hasta que alguien le pasa una jícara con tepache enrojecido con achiote. A todos nos toca una y vertimos un poco en la tierra antes de tomar, también hay cigarros, tres para cada quien. Le llega el turno a los guajolotes. Se agitan miserablemente, pero en los brazos del xemabie se muestran tranquilos. Los acaricia y les pide perdón por sacrificarlos. Luego les corta el cuello y los pone de cabeza. Tres gotas de sangre densa y púrpura corren del cogote del animal y caen sobre las piedras, tres por cada uno.

La ceremonia es para M. que empieza a trabajar la próxima semana, pero otros también quieren pedir cosas, también yo subo al altar apurado por mis amigos -Pide algo antes de que llueva- dicen. Encima de las piedras no hay nada más que el cielo y las montañas que parecen no tener fin. También tengo una oración secreta, pedidos al dios, cuentas que saldar. Abro los brazos y cierro los ojos y encima de mí retumba el truenos. Muy bien -dicen el viejo Xemabie- parece que Condoy ha escuchado, pero eso no necesariamente significa algo.

viernes, 1 de agosto de 2008

H.2.0

Un poco de agua para Artificios. Ya la había posteado en mi blog,... pero de mamón, quiero verla también sobre fondo negro (risas).

viernes, 25 de julio de 2008

Artificios v.3.0

Arte y Oficios de México se complace en anunciar sus actualizaciones:

a)Rediseño en el título...
b)Desaparecen las estorbosas líneas grises. Sobre todo jodían porque enmarcaban todas las imágenes.
c)FC se raya con una bonita ilustración para su "Fuego".
d)EZ recibe una aportación producto de la casualidad: un dibujo viejo que se amolda perfectamente a su texto no-existencialista.
e)Cambio sutil en la fuente. El fondo se queda negro porque somos punks.
f)Chemo, tómese un Syncol y salga de las sombras.
g)Salú y abrazos desde la tierra de Jelipe.
h)No hay h.

Yours truly
PB/Director de Arte y Comediante de Clóset

Necesitamos alguien que se ocupe del cuidado de los textos... ¿Nini?

miércoles, 23 de julio de 2008

Not to be


I don't want to be

I don't want

I don't

I

*

sábado, 19 de julio de 2008

(Next) To the Sea

Sea and sky
trying to be one:
the storm at night

A beam of light
cuts darkness in half
a lighthouse in the distance
shine of revolving stars

A ghost ship comes
with the mist of dawn
its captain drowned
long time ago
dragged to the bottom
by sorrow and love

A fiddling crab
plays a song
covered in sadness,
oblivion and salt

And certain nights
the bay is paradise
A garden of Eden
all frogs and butterflies

Forest and ocean
attempt to kiss
but lips are refrained
by a strip of sand
of endless grains
infinite as time


Desde mi nuevo escondite,
un abrazo a todos

martes, 15 de julio de 2008

Un blog menos

Meteoro, comparto -y comprendo- la sensible aniquilación de tu cuerpo celeste. Esperamos seguir viendo el baile de tus neuronas por este desolado espacio.

martes, 1 de julio de 2008

Rewind & Play



domingo, 22 de junio de 2008

FUEGO (cap. 1)

Respetados: Aquí les dejo el primer capítulo de lo que terminará siendo un intento de novela corta. Tenía mucho texto y debí improvisar. Igual no es nada muy interesante pero tómenlo como un ejercicio especial para este espacio y júzguenlo bajo esos preceptos.Ya tengo otros textos listos pero me espero unos días para subirlos y así no acaparar la atención.
Abrazos para todos y ojalá no resulte aburrido leerme.
FC
. . . .

Fuego (una novela de FC)


1.Una Introducción

-Los bosques del sur de Chile son mágicos- proclamaba una rubia inglesa de profundos ojos azules mientras yo, mudo detrás de un escritorio de la vieja cabaña de madera con el periódico cubriendo mi rostro, recordaba haberlo escuchado antes. Es increíble el poder de la burocracia. Aquí, rodeado de 150.000 hectáreas de bosque virgen y sin nadie a miles de kilómetros, yo reparto folletos y consejos detrás de un escritorio al fin del sur del mundo tratando de no pararme demasiado para no entumecerme.

El olor a humedad me daba asco y se colaba por todo el lugar entremezclándose con el olor a leña quemada en la chimenea. Una escena maravillosa para un amanecer. Una postal que vendería millones de copias pero cuando se convierte en tu forma cotidiana de vivir, terminas por odiarla. Yo hubiera preferido una playa en el pacífico mexicano o en las costas de Alagoas en el Brasil pero el funcionario de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas insistía en decir: “los bosques del sur de Chile son mágicos”.

Por esos días yo no tenía claro el rumbo de mis actos ni mis actividades, por lo que cualquier cosa parecía una buena opción de trabajo. Terminé, como es de suponer, con un boleto en las manos, la promesa de unos ingresos y el compromiso de defender los refugios ficticios de la naturaleza.
-No lo crees- repitió la rubia sacándome del recuerdo.
-Debe ser hermoso estar aquí todos los días- comentó a modo de certeza y tratando de generar complicidad.
-En verdad no- interrumpí con voz cortada.
Luego, evitando ser muy grosero y recibir una queja en el departamento pertinente, explique. Mire, cuando llegué aquí todo me parecía igual de maravilloso que a usted. Después de tres años mis conceptos han cambiado y no creo que desee seguir escuchando mis desencantos. Puede recorrer el parque y no se alejen mucho. Si se pierden no quisiera salir a buscarlos con este frío.

La rubia se retiró sorprendida y yo supe que algo se había quebrado en ella. Ya no podría volver a mirar un roble milenario sin pensar que alguien lo odiaba. Volví a abrir el periódico y no volví a pensar en eso nunca más.
De pronto algo me sacó de la pasividad. Escrito con letras grandes y a un costado de la página central, una nota pagada llamaba profundamente mi atención. Imaginé que era pagada porque hace años trabaje en el equipo de redacción de un periódico pequeño y se que estos insertos se hacen siempre de última hora y se cobran bien. La nota decía:

Persona desaparecida - Ronan Abban. Ronan Abban es un turista irlandés que se encuentra viajando a través de los países de Argentina y Chile. Ronan no ha mantenido contacto con su familia y amigos desde mitad de Noviembre del 2007. Esto no es normal ya que él siempre mantiene informada a la familia del lugar donde se encuentre en cada momento.

Ni una palabra más. La nota no incluía un número al cual comunicarse, ninguna dirección de contacto o persona responsable de la publicación. Parecía una noticia más que una preocupación, un texto anónimo hablando de la desaparición de alguien en alguna parte indefinida. Ronan Abban, nunca podría olvidar ese nombre.

Conocí a Ronan en un avión rumbo a Santiago de Chile en el año 2005. Si mi memoria no falla, debe haber sido invierno en el sur por lo que el mes se encuentra entre julio y Agosto. El día es algo que quedó registrado en un pasaporte que murió más tarde y no hay forma de comprobarlo. Al menos no para mí. Mi asiento se encontraba pegado a una ventana situada justo sobre el ala izquierda y el asiento vecino fue ocupado por alguien que llamó inmediatamente mi atención. Un hombre joven y desgarbado de unos 28 o 30 años, barba rojiza y un evidente descuido en su aseo personal. Extremadamente sonriente y amable.
-Hola, Mi nombre es Ronan Abban. Mucho gusto- dijo con un extraño y ridículo acento.
-Hola-contesté seco y solitario.

Ronan usaba un abrigo largo, que cubría casi todo su cuerpo, botas de montaña y una bufanda vieja y colorida. Todo el tiempo su mano izquierda apretaba una guía del sur del mundo roída por el maltrato cotidiano aunque muy reciente en información. De sus hojas amarillas, brotaban un sin número de papelitos color rosa con anotaciones muy ordenadas y un símbolo que me atrapó desde el primer minuto. En cada uno de esos papelitos Ronan o alguien más, había dibujado una pequeña y perfecta llama de fuego.

Después de horas de viaje donde mi silencio permanecía inmutable, Ronan, quien no sabía quedarse callado, preguntó de donde era y a que me dedicaba. Este tipo extraño me hablaba y estuve a un paso de fingir que dormía pero recordé el fuego, los papelitos, la curiosidad y entonces comencé a conversar. No tuve tiempo ni obligación de decir algo importante antes de que este irlandés, entonado con unos cuantos tragos, empezara a contarme su vida.
Ronan había pertenecido durante seis años a una agrupación llamada "Salvemos al mundo".
Por lo que pude entender eran de formación anárquica pero influida por pensamientos postmodernistas y por supuesto de una desesperante teoría ecologista de la vida. Estaban en varios países de todos los continentes y la agrupación (así la llamaba Ronan) tenía bastante fuerza y reconocimiento. Unos locos sin mucha formación pero anti-sistémicos reconocidos dispuestos a pelear contra los balleneros japoneses, a pasearse desnudos en rechazo al uso de pieles y a marchar con la cara pintada por las calles de cualquier ciudad fingiendo que la vida miserable que nos ofrecen puede ser alegría. Todo aquello que definitivamente no iba conmigo.

Sin embargo, Ronan había logrado desesperar a los del equipo con sus preguntas y proyectos. Él sentía que el grupo era muy moderado y que los tiempos estaban para obligar la caída del sistema capitalista y destructivo mediante la administración de una correcta y justa dosis de violencia. Asumirse como los detonadores del cambio sin importar el costo era su exigencia y por supuesto fue expulsado. Los niños y niñas de clase media nunca entienden que no se puede pasar la vida sin escoger un lado de la moneda. El cinismo termina siempre por zafar algo en tu cerebro que te permite encontrar nuevas mentiras, nuevas justificaciones para no hacer nada. No puedes salir a la calle a destruir y después volver a tus comodidades de siempre. El paso es demasiado radical para ellos.

A Ronan la expulsión no lo afectó demasiado pero se quejaba de tener que emprender proyectos individuales sin la infraestructura y apoyo económico de la agrupación. En realidad, Ronan estaba solo desde hace mucho tiempo pero se las ingeniaba para quedarse ahí, basado en un discurso bastante más moderado que sus pensamientos.
-Hay que mentir, ya nadie cree en la violencia- justificó.
-Cada quien escoge su lugar de acción- recuerdo haber escuchado repetidas veces.

Ronan tenía identificadas a cinco grandes compañías madereras y lo que ellas hacían con los bosques se había vuelto un asunto personal. Me contó que tenía listas con los nombres y direcciones de todos los accionistas, teléfonos, calendarios y actividades. Familia, mascotas y cualquier detalle que pudiera servir.
-Tener afectos te hace débil, No tenerlos te vuelve una bala dispuesta a matar y morir. Yo quiero tener una respuesta si me agarran. Ellos son vulnerables yo estoy solo-

Es cierto que las palabras de Ronan sonaban a las de un desquiciado enfermo mental, pero atrapaban mi atención y se iban lentamente ganando un respeto. Yo escuchaba y eso siempre genera confianza. Sabía que la necesitaría cuando quisiera hablar de lo que realmente había atrapado mi curiosidad.

Los minutos pasaron lentos y después del carrito de comidas decidí preguntar directamente por los papelitos de la guía. Ronan abrió sus grandes ojos grises, resaltados por el brillo que producía la luz de lectura sobre el rojo de sus cabellos, y me contó como estas compañías engañaban a la gente disfrazadas de ONGs con créditos agrícolas y de desarrollo de infraestructura hospitalaria, jugando con el hambre y la precariedad de las personas. Los obligaban a creer que el problema era la ausencia de espacio y que el gobierno nada haría por ellos. Los obligaban a cortar miles de árboles para el futuro crecimiento y proyecto. Una vez cortado el bosque las ONGs y sus recursos desaparecían dejando solo unos costales de cemento, arena y algunos ladrillos. Entonces venían las madereras a ofrecer un rescate económico a estas comunidades “avasalladas” comprando los árboles muertos y el manejo de sus ahora desgastados recursos naturales. Un circuito perverso que debía ser destruido. Los papelitos representaban las diferentes localidades donde estaban trabajando las compañías. Las llamas aún no rebelaban su secreto.

Ronan se movía rápido y entusiasmado aunque un tanto inquieto. Yo me había ganado una confianza extraña a base de silencio pero eso no significaba que fuera seguro contarme. Sin embargo algo en su manera de ser le impedía callar y no fue mucho el tiempo transcurrido hasta que su boca se abrió y dijo: -Yo sólo espero que ellos corten el bosque. Esa misma noche me meto con sigilo y al amparo del silencio y la oscuridad rocío gasolina por todo el lugar y dejo caer mi cigarro. Es increíble lo rápido que puedes generar un incendio- dijo con voz calmada.

Cuando se percataban ya era tarde y todo estaba en llamas mientras él ya se encontraba lejos del siniestro. Me dijo que al comienzo le causaba una confusión enorme el quemar bosques aunque estos fueran ya “cadáveres”. Sobre todo porque a veces controlar el incendio no era fácil y terminaban por calcinarse miles de hectáreas extras con todo el daño que ello conlleva. -Mártires. Todos los necesitamos- remató.

El plan incendiario de Ronan había quedado al descubierto y me generaba un encanto inexplicable. Me preocupaba que sentía él por los miserables habitantes abandonados por todos y ahora incluso por la “madre naturaleza”. Sentí ganas de hacer más preguntas pero no las hice y el sueño termino derrotándome mientras mi cabeza cuestionaba en silencio. Todas las dudas serían resultas años más tarde y en circunstancias muy diferentes. Ambos dormimos y no volvimos a hablar durante el viaje.

La alarma de incendios retumba en mis oídos volviéndome loco y una voz desesperada en el radio rompe mi memoria. De un salto estoy dentro de la camioneta y avanzo entre la noche que cede al amanecer. Hace mucho frío y a lo lejos, muy a lo lejos, veo el resplandor de las llamas y su destrucción.


jueves, 12 de junio de 2008

Ilustración y aguas frescas

Abriendo franquicias por toda la república.

martes, 10 de junio de 2008

Cartel Ruso

De mi paso por la London School of Economics no tengo muchos recuerdos. Fue una época triste y miserable, que tenía esa miseria de invierno que sólo Londres puede hacerte sentir: la aturdidora discreción inglesa, la grisura asfixiante que te hunde bajo el abrigo y te hace esquivar el mundo mientras finges leer el London Lite en el metro.

Sin embargo, hay una imagen que no se borra: un cartel más bien mediano, pegado a lo largo de los pasillos de toda la escuela, muestra a un hombre en un traje caro, anteojos oscuros y una pistola que apunta a la cabeza del espectador y debajo una leyenda: "Join the Russian Oligarchs Society".

El cartel apareció junto a otros, a comienzos del año escolar, cuando una maraña de pósters de colores tapizaban la escuela, anunciando las distintas sociedades de alumnos a las que los estudiantes podían afiliarse. Los pósters eran todos parecidos y en su mayoría emanaban el mismo tufillo empresarial que impregna a toda la universidad. Más que un ejercicio de vida estudiantil, los carteles eran un llamado al networking, un ensayo de la vida corporativa en la que se sumergería la mayoría de los estudiantes al terminar los estudios, al menos hasta que les llegara el primer infarto o los alcanzara el apocalipsis en forma de crash bursátil.

Los carteles convocaban a extender las redes del poder y del dinero, a hacer de la universidad un espacio para ensayar un aspecto de la construcción del capitalismo (el otro ámbito donde surge el capital, el de la fábrica, era apenas un eco lejano proveniente de atrás de la muralla china o de algún desértico lugar de América Latina o del África. En las casas del capital tardío, los obreros son sólo sombras que salen en la madrugada a limpiar pisos en algún rascacielos)

Así, la vida estudiantil se transformaba en promoción publicitaria que a medida que pasaban los días, iba perdiendo su novedad y hacía que las paredes adquirieran una monotonía similar a la de los estantes de un supermercado.

He olvidado ya todos los otros carteles pero el de los oligarcas rusos sigue resonando en mi memoria como el eco de un trueno. La marca que lo distinguía era su cinismo casi honesto. Ahí no existían las fantasías del fair trade, ni las resonancias patéticas de los rockeros del primer mundo y sus llamados (a los ricos) a terminar con la pobreza. El cartel ruso no hablaba de microcréditos como salvación para los hambrientos, ni se molestaba en convocar a fortalecer la democracia y el libre mercado (único e inmutable) como medio para la prosperidad común. Lo que hablaba ahí era el capitalismo en su estado más puro: el ejercicio de la fuerza bruta, la desigualdad sin rubor, la convocatoria cruel a no estar enfrente sino detrás del que sostiene la pistola.

Siempre me he preguntado qué habría pasado si en lugar de un oligarca ruso blandiendo una pistola apareciera un hombre barbado con turbante. Quizás alguien habría visto el cartel con algo más que indiferencia, tal vez el Evening Standard habría mencionado el incidente con su habitual y calculada histeria. Pero no era así. Todos pasaron frente al cartel sin mirarlo siquiera, yo apenas me detuve y seguí de largo hacia el metro. Me hundí en mi abrigo negro, me senté en el vagón y fingí leer el London Lite para no ver a nadie.