martes, 29 de abril de 2008

Genocidio armenio

Aunque sea un poco tarde quisiera recordar que el 24 de abril se conmemora el genocidio armenio perpetrado por el gobierno turco durante la Primera Guerra mundial. Cuando Hitler decidió sobre el genocidio judío dicen que sus palbras fueron "¿quién recuerda la masacre de los armenios?" en clara alusión a que todo es susceptible de olvido, incluso las peores acciones. Por otra parte, Raphael Lemkin, el abogado judío-polaco que acuñó el concepto de genocidio, dejó en claro que él pensaba en la relevancia del caso armenio y que éste lo había influenciado. El genocidio armenio no sólo es primero del siglo XX sino que tiene una cronología directa en la historia de los genocidios.

The Great Game of Genocide, de Daniel Bloxham


Desde finales del siglo XIX se empezó a perpetrar la masacre del pueblo armenio en los territorios comprendidos dentro de las fronteras del imperio otomano, no obstante que los asentamientos de armenios en las tierras de Anatolia datan de hace tres mil años y los de Cilicia desde la Edad Media. Las mayores atrocidades ocurrieron en 1915-1916, mientras en Europa se libraba la PrimeraGuerra Mundial, con el asesinato de más de un millón de civiles armenios y varios miles de kurdos. La historiografía sobre el tema se ha concentrado en documentar el genocidio armenio y los intentos del gobierno turco por esconder y distorsionar los hechos.

El libro de Bloxham pretende ir un poco más lejos. El autor nos dice que la irrefutabilidad del genocidio armenio ya no debe ser el punto de llegada (para eso podría estar como referencia obligada el libro de Vahakn Dadrian, The History of the Armenian Genocide: Ethnic Conflict from the Balkans to Anatolia to the Caucasus) sino el punto de partida para nuevos trabajos. Y eso es lo que él hace, explicar el genocidio armenio en relación con los dos grandes paradigmas socio-políticos de principios del siglo XX: nacionalismo e imperialismo.

El libro expone los movimientos y jugadas del gran tablero de ajedrez de las relaciones internacionales desde 1774 referentes a la “cuestión de Oriente” y las políticas europeas por el control de las fronteras entre Europa y Asia, principalmente la lucha de Gran Bretaña y Rusia por el control del Mediterráneo Oriental. Después del Congreso de Berlín, los intereses imperialistas de las grandes potencias en su búsqueda de atraerse aliados promovieron los sentimientos nacionalistas, los mismos que habían sido la base de las unificaciones italiana y alemana de apenas unos años atrás, y que lo eran de las independencias de Bulgaria, Rumania y Serbia acaecidas el mismo año del Congreso. El imperio otomano se enfrentaba a un inminente colapso, y las presiones de las potencias internacionales, que ya se repartían su territorio, fueron claves para buscar la consolidación de un Estado nacional turco.

El nacionalismo turco implicó, como la mayoría de los movimientos nacionalistas, autoritarismo, etnocentrismo y estatismo. Si bien es cierto que tiempo atrás había habido importantes aniquilamientos de búlgaros, armenios y kurdos, afirma el autor que es la quintaesencia occidental del nacionalismo lo que deriva en las masacres de 1915 llevadas a cabo por el Comité de Unión y Progreso (CUP). Ya desde 1914 Enver Pasha, Ministro de Defensa, discutía la “limpieza de Anatolia de sus ‘tumores’ no-musulmanes” (p. 63). El propio embajador austro-húngaro Johann von Pallavicini describe la situación como “la creación de un Estado nacional mediante la aniquilación de los elementos extranjeros” (p. 94). El CUP consideraba que la homogeneidad étnica, la integridad del territorio y la independencia económica y política de los turcos era amenazada por la presencia armenia en los territorios de Cilicia y en la parte oriental de Anatolia. El pueblo armenio se convierte así en un extraño en sus propias tierras, y su genocidio en parte de los orígenes del proyecto nacional del Estado turco.Todavía como Ministro del Interior, Talât Pasha aseveraba que las deportaciones de los armenios “fueron determinadas por una necesidad nacional e histórica” (p. 95).

Además del nacionalismo turco, la otra cara de la cuestión armenia era la de los intereses imperialistas de las potencias europeas; de hecho, el título del libro se deriva del nombre popular con que se conocía al enfrentamiento anglo-ruso por la hegemonía en Asia central y el Oriente cercano. En primer lugar, Rusia alentaba a todo pulmón la independencia y creación de un Estado armenio, pero en secreto mantenía acuerdos con los turcos, mientras que Inglaterra alentaba
una revuelta árabe de principios nacionalistas que contrastaba con los deseos panislamistas del CUP.

Después de 1917, Rusia desapareció como el principal promotor de los armenios, pero rápidamente fue remplazado por la propia Inglaterra, que así buscaba prevenir un avance turco-alemán sobre el Cáucaso, pero con el desvanecimiento del imperio y la llegada al poder de los kemalis. Estas las promesas de apoyo a la independencia de Armenia se esfumaron de manera abrupta; Inglaterra decidió concentrar sus esfuerzos en el mundo árabe mientras buscaba pasarle la estafeta de la protección de los armenios a Estados Unidos. Mención especial merece el papel que en el libro de Bloxham juega Alemania, ya que difiere con la historiografía más ortodoxa, como la de V. Dadrian, que corresponsabiliza a los alemanes de las masacres de 1915 como parte de la estrategia de la alianza turcoalemana de la Primera Guerra Mundial.

Sin dispensar el comportamiento alemán, Bloxham considera que la clave de su postura debe remitirse no a la alianza otomana sino a un contexto interactivo con las potencias de la Entente. De hecho, Bloxham considera que la posición de Alemania sobre la cuestión armenia es más reactiva a la propaganda que la que, de manera activa y a conveniencia, se encuentra en los discursos de Inglaterra, Rusia y hasta Francia.

La otra gran parte constitutiva de The Great Game of Genocide es la negación u omisión del genocidio armenio, ya no por parte del gobierno turco (como se podría esperar) sino por la de los distintos Estados internacionales, principalmente Estados Unidos, vereda por la cual ya había comenzado a caminar Peter Balakian en su The Burning Tigris.

Para empezar, Turquía, Estados Unidos e Israel evitan usar el concepto de genocidio para describir las matanzas de armenios, ya que éste tiene profundas implicaciones legales que quedaron definidas en 1948, cuandose consideró el genocidio judío perpetrado por los nazis en las leyes de derecho internacional. La palabra genocidio es sustituida por guerra civil o, en el mejor de los casos, por masacres(omitiendo cualquier referencia al Estado turco) en la utilización mañosa de un lenguaje para ocultar la verdad (igual que en el conflicto palestino-israelí las grandes agencias noticiosas manipulan el lenguaje y trastocan los acontecimientos, como lo ha señalado el periodista británico Robert Fisk). Sin embargo, Raphael Lemkin, el abogado judío- polaco que acuñó el concepto de genocidio, dejó en claro que él pensaba en la relevancia del caso armenio y que éste lo había influenciado. No obstante lo anterior, Estados Unidos e Israel siguen sin otorgarle el calificativo de genocidio a las matanzas de armenios de 1915.

Después de la Segunda Guerra Mundial, durante los años de la Guerra Fría, la importancia geopolítica de Turquía se centró en servir de muro de contención a los intereses expansionistas soviéticos. La importancia de Turquía en las políticas de Medio Oriente se acrecentó en 1979 debido a la invasión soviética a Afganistán y a la revolución islámica de Irán, dejando al miembro de la OTAN en un rol estratégico ante la avanzada de la Unión Soviética. Una de las respuestas del gobierno de Reagan fue que en 1982 el Departamento de Estado estadounidense declaró que, dado que los registros históricos eran ambiguos, no podía ceder a las acusaciones que afirmaban que el gobierno turco había cometido genocidio contra el pueblo armenio (p. 221).

Sin duda, Turquía era un aliado estratégico en contra de los rusos y el precio por su lealtad quedaba al alcance de la mano. Después de la caída del comunismo, Ankara fue un aliado de primer orden en la primera guerra contra Irak. Y también ha estado allí como aliado estratégico de Israel cuando en 1948, después de la creación de este Estado, no molestó a los judíos que vivían en su territorio como aconteció con otros países musulmanes, y cuando al año siguiente reconoció oficialmente al Estado hebreo. Turquía representa para Tel Aviv la única mano amiga en toda la zona.

En un análisis final, Bloxham narra cómo la indolencia de los Estados y sus diplomáticos sobre el genocidio armenio tiene como contraparte a varios historiadores. El caso paradigmático lo constituye sin duda el orientalista inglés Bernard Lewis (ferozmente criticado por Edward Said en el ya lejano año de 1976), emérito de Princeton y asesor de la administración de George W. Bush, quien en 1993, en una entrevista al diario francés Le Monde, calificó el genocidio armenio como “versión armenia de la historia”. Es cierto que nadie olvida el genocidio de seis millones de judíos, la mayor masacre en la historia de un grupo étnico. También lo es que fueron asesinatos cometidos por europeos contra europeos en Europa. No se olvida,y su negación se castiga penalmente. Mientras, el Estado turco pretende enjuiciar a uno de sus literatos más importantes, Orhan Pamuk, candidato al Nobel, por haber declarado a un periódico suizo que un millón de armenios habían sido asesinados en Turquía durante la Primera Guerra Mundial.

A pesar de que este juicio por “haber denigrado públicamente la identidad turca” (El País, 16 de diciembre de 2005) fue cancelado gracias a la presión internacional, según el artículo 301 son procesados el periodista Hrant Dink y Sehmus Ulek, vicepresidente de Mazlum Der, ONG turca para la defensade los derechos humanos, ambos en relación con discursos pronunciados durante una conferencia el 14 de diciembre de 2002 sobre el tema “Seguridad global, terror y derechos humanos, pluralidad cultural, minorías y derechos humanos”. El reconocimiento del genocidio armenio por parte de Turquía (además del de Estados Unidos por razones políticas y el de Israel por motivos morales) es indispensable para la reconciliación de dos naciones con su historia.

Daniel Bloxham nos hace ver que a la historia le corresponden, como lo ha mencionado el historiador francés Paul Ricoeur, tanto los terrenos de la memoria como los del olvido, y que la memoria del genocidio armenio conlleva tanto un compromiso ético como un desafío intelectual.


Dejé la reseña que escribí acerca del tema tal cual apareció en la revista Istor No.24 (2006), con la siguiente aclaración: Cuando la escribi Orhan Pamuk sonaba como candidato al Nobel. Un año después de escribir la reseña Pamuk ganó el premio.
No dejen de leer "Me llamo Rojo", "Nieve" y "Estambul", (aunque haya
ganado el Nobel es buen escritor). De ahí se me quedó grabada la frase del Corán "Tanto oriente como occidente pertenecen a Dios
".

domingo, 27 de abril de 2008

Extractos de Diario Privado

Extractos de Diario Privado/DÍA I

Rojo oscuro. Y éstas fueron las sencillas circunstancias del descubrimiento: Como siempre, eran pasadas las 9 y yo llegaba tardísimo al trabajo. Con un café ardiente en un vaso de papel, la mitad meciéndose locamente/la otra mitad escurriendo por mi mano, giré a tiempo y me adentré en la fresca burbuja del elevador.
Y ahí estaba Irene con su cabello rojo oscuro.
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Ahora he vuelto a casa y sigo hipnotizado por esa llovizna ligera sobre el estudio. Me pregunto si la sangre de Irene también tendrá ese color enloquecido, tan lleno de sabor, dulce semiamargo. Preparo un manojo de pinceles.
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El lienzo se ha llenado como un molde de chocolate caliente.


Extractos de Diario Privado/DÍA II

Ha pasado mucho tiempo desde que empecé este cuadro. El mar inmóvil me invitaba a continuar equivocándome. Debo encontrar una ola antes de que me hunda completamente. Banco de espuma hedionda, rojo oscuro deslavado por el olvido.
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Al final de la tarde se acercó una ola pequeña. Después de estudiarme largamente, la ola me arrastró
-colgando yo de su blanquísima corona- por una sala de cine. Para nuestra sorpresa, proyectaban "Ganchos" obra cúspide de 1932 del checo Wzojl Zwkertika. Pude continuar mi cuadro.

Extractos de Diario Privado/DÍA III

Hay quienes disfrutan una comida italiana, un desfile ecuestre, un recital bohemio. Yo prefiero observar los reflejos plateados en los charchos e imaginar su música. La luz transformada en sonido.
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Hoy el elevador estaba vacío. Detuve su marcha... Dejando mi portafolio y mi café en el suelo escribí velozmente la frase: LA REALIDAD NOS ARRUINA LA VIDA A TODOS. La frase no sólo recorría la pared; para mi deleite, sus palabras también subían y bajaban con el elevador. No puedo esperar a mañana para volver a abordarlo y tal vez, agregar una postdata.
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Amarillo Pistilo, Azafranio, Crema de Dédalo, Blanco Saturno, Carmín 29. Nuevos pigmentos silenciosos para mi aburrido cuadro.

Extractos de Diario Privado/DÍA IV

Me topé nuevamente con Irene. Su cabello rojo oscuro era una melaza que no permitía despegar los ojos. Una campanita anunció el piso deseado y borró de golpe la fantasía, el letrero en la pared, la anestesia local. Una masa de aire acondicionado devoró el dulce olor del aguarrás de mis ropas y el timbre de treinta teléfonos me sentó en mi cubículo.
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Escribo en el dorso de mi mano LA VIDA NO ES UNA INTERRUPCIÓN. Las palabras no surten efecto. La vida continúa, interrumpiendo.
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Dan las 3 de la mañana. Comienza el vértigo del tercer piso; cada piso, una hora más. Cada hora un piso más. Y cada jornada -a medianoche- desde el piso 24 me desplomo hasta mi sótano vacío para volver a empezar. ¿Vacío? Corrijo: casi vacío. Al fondo, bajo una débil luz durazno, está este cuadro.


N. del A.: Estas cápsulas ficcio-biográficas acompañaron la creación paulatina de un cuadro (digital) y fueron publicadas durante febrero/2008 en mi blog diario. Estoy seguro de que en aquel lugar pasaron desapercibidas entre las toneladas de posts.... y acá su función será más noble: descongelar la revista. No busquen demasiada lógica en la trama. Es bruta y así debe ser. Interprétese al gusto.

lunes, 14 de abril de 2008

Intermedio (II)

Próximamente: "Crónica de una mudanza (ese saludable deporte extremo)".

martes, 1 de abril de 2008

Vidas desperdiciadas.

Aquí va una reseña. Si es demasiado larga para el blog haré entregas más cortas.

Zygmunt, Bauman, Vidas desperdiciadas, trad. de Pablo Hermida. Barcelona, Paidós, 2005.

A partir de 1990 hemos visto una tras otra las entregas de Zygmunt Bauman en un esfuerzo por explicar y hacer inteligible para un amplio público los desafíos y los lastres de una sociedad posmoderna y globalizada. Polaco, de ascendencia judía, tuvo que abandonar su tierra natal y buscar refugio en la Unión Soviética; regresó para enseñar en la universidad de Varsovia, lugar que nuevamente dejó para trasladarse a Israel. Después de pocos años volvió a emprender el viaje, ahora hacia Inglaterra, lugar donde se estableció hasta su retiro de las aulas.

Es justo en el retiro, cuando Bauman empieza a escribir de manera prolífica los pensamientos que lo han acompañado por años. Modernidad y holocausto (Sequitur,1998), Ética posmoderna (Siglo XXI, 2005) o Modernidad líquida (FCE, 2003) son algunos de los textos que lo han colocado junto a Ulrich Beck (La sociedad del riesgo, Paidós, 1998) o Richard Sennet (La corrosión del carácter, Anagrama, 2000) como uno de los grandes teóricos que abordan las problemáticas de la cultura posmoderna desde las perspectivas del trabajo, la familia y las relaciones personales en el marco de una sociedad de consumo.

Es lo efímero, lo perecedero, lo pasajero lo que condiciona a nuestras sociedades de consumo. Todo está listo a ser desechado. En diciembre nos anuncian las modas que habrán de venir para el verano. Una exhibición de autos nos muestra lo que ha de salir al mercado en tres o cuatro años. En una revista cualquiera que hojeemos, sobre cualquier tema, nos dice lo que está in y por su puesto lo pasado de moda, lo out, algo que solamente un insensato sería capaz de apreciar. Baudelaire no se equivocaba cuando expresó que la modernidad era lo transitorio y lo fugitivo.

El precio de está renovación cada vez más acelerada es el desecho de lo que ya no apreciamos, son los residuos que eliminamos. Italo Calvino en Las ciudades invisibles (Siruela, 1994) refiere que “más que por las cosas que cada día se fabrican, venden, compran, la opulencia de Leonia se mide por las cosas que cada día se tiran para ceder lugar a las nuevas”. Nosotros somos habitantes de esa misma ciudad. Las demandas de la actualidad son convertir cualquier cosa en prescindible, hasta los propios individuos.

Hoy en día, los países subdesarrollados tienen las tasas de natalidad más altas. Antes fueron la India o China, hoy lo son Angola o Afganistán. El excedente de población de los pobres es una irresponsabilidad se nos dice. Sin embargo, el promedio de habitantes por kilómetro cuadrado en África es de 21, en los Países Bajos de 425 y en Hong Kong de 5514. Si toda la población de China e India viviera en el territorio de los Estados Unidos su densidad de población no sería mayor a la de Inglaterra o Bélgica. Parecer ser, que el excedente de población es solamente un excedente de gente pobre. Son los residuos humanos.

En la actualidad alrededor del 70% de la riqueza mundial está concentrada por los Estados Unidos y la Unión Europea, mientras que su población apenas representa alrededor de un poco más del 10% del total mundial. El resultado de esto es la natural búsqueda de empleo donde lo haya, pero la libertad de movimiento que hay para las mercancías o el dinero no es existe para los seres humanos. A pesar de eso, ya sea saltando bardas o cruzando ríos, en balsas o a través de intrincadas formas de llegada, la migración es una de las principales realidades de este siglo. Con los retos que representan los flujos migratorios la división entre “centro” y “periferia” o “desarrollados” y “subdesarrollados”, es una división que debe quedar atrás. La miseria y la desigualdad son un problema global y no local como se nos quiere hacer creer muchas veces.

El problema de la migración y la pobreza que la produce es un problema que no va a desaparecer con cerrar los ojos. Es una realidad que ha llegado al corazón de los países ricos. Millones de latinos marchan en Estados Unidos para exigir su reconocimiento como elementos productivos de la sociedad. En los barrios pobres de París, franceses hijos de inmigrantes protestan porque el país no ha sabido integrarlos de manera exitosa, y no nos confundamos, ellos no van ir a ningún lado porque aunque sean hijos de árabes ellos ya son franceses. A la inmigración se suma el “pequeño” detalle de los refugiados y de los desplazados. Zonas de conflicto como Irak, Ruanda, Etiopía o Sudán producen más de 30 millones de desplazados. Tan sólo hay cuatro millones de palestinos que viven de manera permanente en campamentos de refugiados porque han sido lanzados de las tierras que habían habitado por generaciones.

Hace casi dos años el gobierno holandés decidió retirarle la nacionalidad a Ayaan Hirsi Ali, una de sus diputadas de origen somalí. A esta mujer, activista a favor de las mujeres musulmanas y en contra de las mutilaciones genitales, se le acusa de haber mentido en su carta de naturalización por decir que procedía de Somalia, siendo que había vivido en el intermedio en otros países. La realidad es que como activista de mujeres musulmanas y de inmigrantes es perseguida y amenazada por radicales islámicos y al gobierno holandés le ha parecido demasiado incómodo tener que protegerla. Al quitarle la nacionalidad, le quitan la protección y la obligan a buscar asilo en otra parte. Lo que no entiende el gobierno holandés, al igual que la mayor parte de los países europeos o de Estados Unidos, es que –como dice Bauman- una vez que se es refugiado se es refugiado para siempre. Un inmigrante seguramente lo será por el resto de su vida. No lo hacen por gusto, es una necesidad derivada de la forma en que se ha organizado la economía mundial. En palabras de Zygmunt Bauman “en un planeta globalizado no hay afuera, no hay tierra de nadie a la cual los otros puedan ser deportados”.

Vidas desperdiciadas es un libro sobre esos parias, esas grandes carencias en la modernidad: problemas de la periferia como emigrantes y refugiados, a la par de los problemas del centro como la cultura de lo efímero, la carencia de compromiso en el trabajo o en las relaciones personales y la dificultad en la integración de “los otros”.